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Estudiar idiomas es uno de los propósitos de muchos españoles con el inicio del nuevo año. Y a la vista de las estadísticas, pocos son los que logran un nivel adecuado. Según el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), solo un 25,2% sabe hablar y escribir inglés. Los porcentajes son aún muy inferiores con otras lenguas extranjeras: el francés lo dominan un 9,6% de los españoles, y el italiano, el portugués y el alemán, lo hablan poco más de un 1%.
“Yo no tengo faltas de ortografía”. Todos hemos oído esta frasecilla tan osada alguna vez. Sin embargo, el mismísimo Fernando Lázaro Carreter contaba que en una ocasión se refirió en público a unas testigas, y aunque quizá este desliz fue el que alentó a algunos innovadores a hablar de miembras, mejor será que nos moderemos, tanto en la euforia creadora como en la vanidad de pensarnos infalibles.
Aunque apliquemos correctamente las reglas ortográficas y no se nos cuele una 'h' de más o no dudemos al escribir una palabra entre la 'g' y la 'j', es innegable que escribimos mal y hablamos regular por desconocimiento de las reglas gramaticales. He aquí algunos de los ejemplos más comunes:
Queísmo: "Antes muerta que dequeísta"
· Nada puede liderar España sin mantener una política de Estado en apoyo de las industrias culturales
Fue el escritor Mauricio Weisenthal quien en su espléndido Libro de los Réquiems (2004) afirmó que «el español es más moderno que el castellano». Nada más cierto. El español, esa «lengua de andariegos e inmigrantes» que destacó el mexicano Carlos Fuentes, para definir así «el territorio de La Mancha», es decir, la geografía imponente que se expresa en español, había salido fortalecido de su expansión en América.
Una lengua profusamente plástica, diversa en el léxico que amplió la compresión ética y estética de esa nueva realidad. Que ha roto las fronteras y ha dispuesto nuevas influencias no ya en el marco antiguo de las naciones, sino en el proceloso mar de las mutuas influencias. «El 80 por ciento de los términos utilizados son comunes en todos los países que hablan español», recordaba Humberto López Morales, secretario de la Asociación de Academias de la Lengua, al principio de la presente década.
· El liderazgo sobre una lengua en expansión asociado a nuestra cultura va más allá de la enseñanza de idiomas. En el momento de producirse el inglés global, Gran Bretaña perdió ese liderazgo frente a Estados Unidos
Es un hecho poco conocido que el examen más importante de inglés para los no nativos, el TOEFL, es un resultado de la guerra fría. En 1959 el lingüista de la Universidad de Stanford Charles A. Ferguson empezó a desarrollar una prueba del idioma que cinco años después probarían con éxito y ha acabado por convertirse en referencia en la materia. Ferguson había hecho su trabajo de grado sobre los verbos del árabe marroquí y la tesis doctoral en torno al bengalí coloquial.
· El catedrático y exrector de la UIMP revisa el valor económico del idioma español ante la situación actual.
De Río de Janeiro han llegado esta vez las buenas nuevas para la lengua española. Son las dos ambiciosas iniciativas comprometidas en el marco del Encuentro de Rectores que ahí acaba de celebrarse: la creación de una gran plataforma de educación online y el Erasmus Iberoamericano, que supone un paso enorme para la creación de un espacio común del conocimiento. Ambos proyectos potenciarán, sin duda, el valor del español, y también su valor económico.
Sí, su valor económico. Pues en tanto que activo inmaterial susceptible de ser considerado un bien público -dotado de importantes externalidades, no apropiable en exclusiva por quienes acceden a su uso, que no se agota al ser consumido y que carece de costes de producción-, el valor del idioma aumentará no solo conforme crezca el número de sus hablantes, sino también conforme aumente la calidad de lo que estos produzcan, algo directamente relacionado, claro está, con la educación y los niveles formativos.