La escritora, Premio Nacional de las Letras 2018, era considerada la más machadiana de la generación de los años cincuenta.
La poeta Francisca Aguirre (Alicante, 88 años) tuvo un reconocimiento institucional tardío aunque la crítica había prestado atención a su obra desde sus primeros libros. En los últimos años ese reconocimiento se concretó en el Nacional de Poesía por: Historia de una anatomía en 2011 y el pasado noviembre con el Premio Nacional de las Letras Españolas, el máximo galardón de nuestra literatura tras el Cervantes. En el fallo del jurado se destacó una característica de su trabajo poético que honraría su obra y que la situaba en la zona más arraigada y cercana a la sentimentalidad colectiva de nuestra poesía: señaló que era la poeta "más machadiana" de las integrantes de la generación de los 50.
Publicación pausada
Francisca Aguirre, tras su primer y muy maduro poemario Ítaca, con el que obtuvo el premio de poesía Leopoldo Panero de 1971, fue publicando, con un ritmo pausado pero con escasas zonas de vacío editorial o, tal y como definiera a esas etapas José Hierro, “períodos de estiaje” (los años ochenta), una obra sólida y cargada de serenidad y hondura. En 1976 publicó Los trescientos escalones, reeditado recientemente con un estudio de la joven poeta Marta Agudo. En 1978 apareció La otra música y en 1995 publicó un libro, Ensayo general, en el que el soneto tiene un protagonismo central y en el que se advierte, junto a la devoción machadiana, el eco de poetas más recientes como Blas de Otero, o el pulso clásico de algunos autores del siglo de Oro, desde Quevedo a Lope. En 1998 publicaría Pavana del desasosiego y en el filo del nuevo siglo, en el año 2000, reunió su poesía completa bajo el mismo título que dio a libro de sonetos, Ensayo general (volumen que ha contado con una edición ampliada y prácticamente cerrada en 2018).
En noviembre de 2018, tras serle anunciado el Nacional de las Letras, aseguraba: “Escribes para no andar a gritos y para no volverte loca. La poesía tranquiliza. A mí me ayuda. El mundo es injusto, pero el lenguaje es inocente. El poder de las mujeres es tener la oportunidad de decir que no. Por eso es tan importante la educación, la independencia. Queda mucho por hacer porque la desigualdad sigue siendo enorme: entre hombre y mujeres, entre ricos y pobres…”.
(Información extraída de la página web: https://elpais.com/cultura/)